Los terroristas no pasarán

El 11 de Septiembre se conmemora dolorosamente el brutal atentado terrorista contra la democracia mundial ocurrido hace 20 años. El derribamiento de las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York, símbolos por antonomacia del capitalismo fue el criminal desafìo del terrorismo global contra la democracia y el capital. Esta modalidad delicuencial no solo buscaba sembrar el pánico y generar inseguridad en la población civil sino mostrar la vulnerabilidad de las autoridades en cualquier lugar del planeta.

Terrrorismo o paz, socialismo o capitalismo, comunismo o libertad, autoritarismo o democracia, esas siguen siendo aún las disyuntivas a nivel mundial. Esa sigue siendo la lucha que vive el mundo y en la que Colombia no ha sido ajena durante los ùltimos 60 años. En nuestro país hemos sufrido el terrorismo global por cuenta de los grupos guerrilleros como las FARC y el ELN, con atentados como el del Club El Nogal, el de la Escuela General de Cadetes General Santander, con los tanques-bombas, los collares-bombas, las tomas guerrilleras y las masacres que durante medio siglo han sido inspirados por los promotores del comunismo y el terrorismo.  

A través de sus prácticas los terroristas han pretendido chantajear al gobierno e intimidar a la población. Para eso han diseñado actos de violencia con posibilidades de ser mediatizados y han tomado como blanco objetivos no militares con el propósito de crear un clima de miedo e inseguridad, impresionar a la población y tratar de presionar entes políticos con intención de modificar procesos o decisiones y avanzar hacia la toma del poder, que es su objetivo en Colombia.

El propósito de esta multinaciuonal del crimen, que tiene sus vasos comunicantes con los terroristas afganos y con Venezuela, es causar impacto mediático para que la sociedad entre en pánico y desconfíe de sus gobernantes. De esta manera logran al mismo tiempo aterrorizar al público y conseguir que los medios de comunicación cubran y difundan sus actos terroristas.

Esta conducta criminal está encaminada a causar terror en la sociedad y generar la debilidad en sus instituciones. Utiliza métodos degradantes e inhumanos que atentan no solo contra la vida, la integridad física y la dignidad de las personas, sino contra la estabilidad del Estado. Bajo la sombra del terror se busca crear el caos social al tiempo que se amenaza la seguridad, como una condición no garantizada porque quienes la tienen a su cargo son vulnerables.

Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, el terrorismo en sus distintas manifestaciones constituye, la mayor amenaza global. Al ser vulnerada la seguridad de la máxima potencia, el mundo entró en pánico, el cual se convirtió en el sentimiento cotidiano de todos los ciudadanos en cualquier parte del planeta. A partir de ese momento, Al Qaeda sentenció que nadie, en ningún lugar, está seguro,.

El terrorismo global intenta conseguir que la sociedad civil sienta que sus autoridades no son capaces de garantizar su seguridad, y de esta manera debilitar la credibilidad pública hacia sus gobernantes. El riesgo de esta amenaza sobre la sociedad civil es su forma de vida con miedo y de este se alimenta. Para estos efectos el terrorismo se propone que sus acciones se sientan en todos los rincones del mundo, y Al Qaeda Central logró montar sucursales en Europa, Estados Unidos, el Magreb o Asia Central, en Latinoamérica y en Brasil, donde han capturado musulmanes sospechosos de ser miembros de Hezbollah y Hamas, con movimientos en la triple frontera  de Brasil, Uruguay y Argentina.

El terrorismo, cualquiera de las formas que adopte, es el gran desafío a combatir por parte de la sociedad global. Ante este peligro ninguna nación puede permanecer indiferente, pues son las costumbres, la seguridad y el modo de vida lo que está amenazado desde el 11 de septiembre de 2001.

En Colombia está penalizado. El Artículo 343 de la Ley 599 del 2000 reza que “El que provoque o mantenga en estado de zozobra o terror a la población o a un sector de ella, mediante actos que pongan en peligro la vida, la integridad física o la libertad de las personas o las edificaciones o medios de comunicación, transporte, procesamiento o conducción de fluidos o fuerzas motrices, valiéndose de medios capaces de causar estragos, incurrirá en prisión de diez (10) a quince (15) años y multa de mil (1.000) a diez mil (10.000) salarios mínimos legales mensuales vigentes, sin perjuicio de la pena que le corresponda por los demás delitos que se ocasionen con esta conducta“.

En nuestro país el terrorismo local se ha vestido de guerrilla, con el fin de enmarcarse en la acción política, pero siempre ha estado inmerso en los tipos penales no solo en conductas que atentan contra el Estado sino en el tipo penal de atentar contra la vida y la integridad física de las personas. Por ello, la comunidad internacional nunca consideró la aplicación de figuras políticas como el indulto o la amnistía, a grupos como Al Qaeda o los Talibanes que ejercen su poder en Afganistán. En el gobierno del expresidente Alvaro Uribe se logró que las FARC y el ELN entraran en esa categoría universal de criminales perseguidos por el mundo entero, pero en el gobierno de Juan Manuel Santos se dio un reverso en este tema, se les dio estatus romántico y se les premió con curules en el senado a quienes intentaron emular a Al Qaeda cuando bombardearon el Club El Nogal.

No nos vamos a dejar. Las instituciones democráticas son más fuertes que el crimen y el terrorismo. Seguimos firmes en la lucha para confrontar a los violentos.

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