“La mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor” Gabo

Por: Vanessa Milena Bermúdez-@VanessaMilenaB3

A 5 años de su adiós

Hoy se conmemoran 5 años de la partida eterna del cataquero más insigne,  del colombiano que puso a nuestro país en el mapamundi cultural, del único nobel de literatura que tenemos.

El 17 de abril de 2014 Ciudad de México despidió hacia la eternidad a Gabriel José de la Concordia García Márquez y aunque pareciera que todo se ha dicho sobre él,  desde el más allá Gabo sigue sorprendiéndonos por su lucidez, su crudeza, su desparpajo y porque  ahondar en sus registros biográficos es como entrar a una mina de riquezas culturales inagotables.

Hace cinco años se nos fue Gabo y mientras recordaba ese doloroso abril pensé en el Gabo periodista y me pregunté qué opinaría de sus colegas samarios y de su rol en las circunstancias de la ciudad.

No me refiero a la opinión de Gabo sobre la política local, sino  a su opinión acerca de la incidencia del periodismo samario en el rompimiento de las fibras sociales, en las divisiones, en los odios; en fin, en el grado de polarización  al que los ciudadanos han sido arrastrados, que ha hecho que muchos teman esbozar una opinión delante de un taxista -por ejemplo- y “ganarse un tiro”; como me comentara anoche justamente una comunicadora social y periodista que tiene la fortuna de ejercer su profesión lejos de escenarios políticos.

El espíritu que hay que recuperar

Justamente allí recordé al Gabo que dijo: nací periodista y  hoy me siento más reportero  que nunca. Lo llevo en la sangre, me tira.

La carrera de Gabriel García Márquez comenzó en el periodismo, y el Nobel nunca dejó esa pasión de lado porque para él era “el mejor oficio del mundo”. Así lo dijo ante la Sociedad Interamericana de Prensa-SIP, en su 52a sesión el 7 de octubre de 1996, en Los Angeles, Californa.

En los tiempos del Gabo periodista no estaban “en tendencia”  las escuelas de periodismo. El periodismo se aprendía como se aprende a manejar bici; sobre la marcha; en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín. Los periódicos eran fábricas que informaban y formaban sin equívocos y que generaban opinión en un ambiente nutrido por la participación plural que mantenía la moral en su debido lugar.

El colegaje, el respeto, la tertulia, las diferencias abrazadas como fuente de riqueza estaban en la atmósfera de ese tiempo y la práctica misma del oficio periodístico hacía imposible sobrevivir sin una base cultural.

Los periodistas eran autodidactas ávidos, rápidos, analíticos; no necesariamente “profesionales” de algo, como muchos reclaman hoy día, aunque no tengan el nivel cultural de aquellos “bachilleres”. De hecho  Alberto Lleras Camargo, que fue periodista siempre y dos veces presidente de Colombia, no era ni siquiera bachiller, pero sí una enciclopedia ambulante.

Luego se crearían las escuelas de periodismo para darle respaldo académico a un oficio noble cuyos orígenes se remonta al siglo XV y hasta el nombre se lo cambiaron a Ciencias de la Comunicación o Comunicación Social. Pero en fin.

Entre el afán de protagonismo, la desvinculación de la realidad y la falta de estructura de valores; además de las flagrantes deficiencias en gramática, ortografía y comprensión reflexiva de textos, en Santa Marta se mueve un ejercicio periodístico “de estómago”, que no es consciente del impacto de las palabras sobre el comportamiento de las personas.

Ahí es donde se espera que brille de nuevo el espíritu de Gabo, para que cesen las prácticas sucias, las filtraciones de imágenes de un circuito cerrado de televisión de uso institucional, las interceptaciones de llamadas sin orden judicial, los ocultamientos de información que legalmente debería estar expuesta al público, la presentación de hechos con tal sesgo que se llegue a “borrar de la foto” a sus verdaderos protagonistas.

Que cesen los atentados éticos, el periodismo extorsivo que ataca buscando a la brava un contrato oneroso y que vuelva el sentido de grandeza de quien entendió y siempre quiso que todos entendieran que “la mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor.

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