El Alcalde Rafael Martínez quien acostumbra a atacar a la prensa que le hace crítica a su administración, aprovechó una vez más sus espacios de poder para despacharse y tildar de periodistas buenos y malos a quienes ejercen esta profesión en la ciudad de Santa Marta.
Al Alcalde Martínez, a pesar de ser uno de los predadores de la prensa y cuyo accionar ha sido calificado como uno de los más graves casos de acoso judicial en el año 2018, por parte de la Fundación para la Libertad de Prensa, hace caso omiso a las recomendaciones de esta prestigiosa entidad, prefiriendo mantener su actuación dictatorial, antidemocrática parecida a la que viven actualmente países como Venezuela y Nicaragua, en donde cualquier medio capaz de cuestionar al régimen, de inmediato es censurado y lo hacen blanco de ataques gubernamentales.
Mientras el mandatario de los samarios de manera cínica pretende hacerse llamar un demócrata respetuoso del estado social de derecho, él mismo hace gala del desconocimiento de varios fallos judiciales cuando le son contrarios a sus intereses. Basta con recordar que muchos de sus contratistas y hasta funcionarios han señalado a la justicia de estar al servicio de los clanes políticos, en razón a las investigaciones que por corrupción le sigue la Fiscalía General de la Nación. Su jefe político Carlos Caicedo, es quien en medio de marchas con sus simpatizantes han caricaturizado la imagen del Fiscal General y del Procurador Fernando Carrillo Florez y aunque de esa forma se expresan, no han sido censurados en su libertad de expresión. No ocurre lo mismo cuando la ciudadanía samaria y el periodismo muestran la realidad triste y pavorosa que se vive hace 7 años.
Para esta clase de dirigentes políticos, ni los pronunciamientos de la Corte Constitucional ni de la Corte Interamericana de Derechos Humano le hacen mella, pues se les olvida que su condición de figuras y mandatarios públicos los obligan a ser más tolerantes a cualquier tipo de critica, inclusive aquellas de la esfera íntima; no obstante, su afición por descalificar a la prensa crítica hace parte de un discurso libreteado para mantener a las masas en una especie de patria boba.
