Desde mi vieja Santa Marta

Por: Any Segrera

Desde su fundación, la ciudad de Bastidas fue una apacible villa, cuya única actividad se desarrollaba en el puerto, a cuyo muelle llegaban barcos con mercancías y pasajeros de Cartagena, y grandes bongós de madera, provenientes de la Guajira. Saqueada y asaltada noventa veces por piratas franceses, holandeses y hasta ingleses que se llevaban los objetos religiosos de la Catedral, mientras los parroquianos llenos de miedo se escondían en los montes.

El auge económico se desarrolló tras la llegada de la United Fruit Company, empresa que comercializaba el guineo, llamado el “oro verde” que se cultivaba en la Zona Bananera.  La necesidad de transporte terrestre fue lo que originó la construcción del Ferrocarril del Magdalena, que debía llegar hasta la población de El Banco y conectarse con el río, pero las influencias de los terratenientes desviaron las líneas en ramales a sus propias fincas. Los gringos construyeron los muelles e cabotaje, para que pudieran atracar los buques refrigerados  de la Gran Flota Blanca que traía en sus vientres, Jeep Land Rover, neveras Philco y General Eletric, pianos de cola y de rodillo, mecedoras vienesas, jamón s3rrano de España, quesos e Holanda, plantas eléctricas, ropas de lino y olán, zapatos Walk Over, que se entregaban a través de los dos comisariatos uno en Sevilla y otro en Santa Marta, para sus trabajadores y empleados, extendiéndose el servicio a toda la ciudadanía.

Además, trajeron Ingenieros para construir la planta eléctrica y la telefónica, la planta de hielo y la caja de agua, que quedaba en el Pradito, donde se asentaron los gerentes de la United, con sus abanicos de techo que se conocían hasta ese momento, ventanas tapizadas con anjeo para los mosquitos, jardines muy verdes, sirvientes negros con delantales blancos, plantas portátiles para purificación de agua.  Arquitectos de _Barranquilla, construyeron lujosas mansiones y la colonia judía montó diversos almacenes.  Los dólares se dilapidaban por doquier y el esplendor montó su imperio.

Tras la insólita huelga de las bananeras   exigiendo los trabajadores mejores salarios, muy a pesar de tener ellos los ingresos más altos per cápita y la posterior masacre contra humildes campesinos por orden del General Cortés Vargas y el aprovechamiento de la izquierda liberal en cabeza de Gaitán para crear  un caos contra la empresa extranjera, los gringos levantaron sus toldas, el desempleo, el hambre y la miseria arrasó poco a poco la Zona Bananera  y la ruina  semejó un daguerrotipo de Ciénaga y Santa Marta.

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