“¿Y si vuelve la cuarentena?”

“ahora que los colombianos nos sentimos un poco más en cercanos a la normalidad, pareciera que las cifras de muertes diarias en el país no importaran ¿será que dejamos de tenerle miedo al virus? o ¿nos ganó el desespero por el encierro, el desempleo y el miedo al hambre y la pobreza?”

Emiro J. Castro Meza.

Hace siete meses cuando el país entraba en el llamado “aislamiento preventivo obligatorio”, muchos políticos y activistas aplaudían esta decisión lanzando arengas defendiendo la vida y la salud, y diciendo a boca llena “lo material se recupera”. Otros analistas mejor calificados y mucho más sensatos, optaban por decisiones menos restrictivas que cuidaran la salud publica, pero también la economía. En últimas, las decisiones se tomaron, y sin ninguna experiencia previa o un manual que nos dijera como actuar en estos casos, vivimos varios meses de total aislamiento, con restricciones muy fuertes a la movilidad y sobre todo con unas consecuencias devastadoras en la economía nacional, que llegaron a afectar a los hogares más vulnerables.

Estas decisiones buscaban aplazar el mayor tiempo posible la llegada de un “pico” de contagios, mientras el Gobierno Nacional, las alcaldías y gobernaciones hacían esfuerzos sobrehumanos para fortalecer los sistemas de salud y prepararse, con lo que pudieran, para atender una emergencia que ya acumulaba miles y miles de muertos en todo el mundo.

Todos nos estremecimos cuando observábamos en las noticias y redes sociales las espantosas  imágenes de los cadáveres abandonados en las calles de la ciudad de Quito, las improvisadas fosas comunes en Nueva York, o los clamores entre lágrimas de los médicos que, dando una batalla de último aliento, empezaron a ser victimas del enemigo que combatían; sin embargo, para algunos existía otra preocupación mayor, el costo económico de esta pandemia y de las cuarentenas, en la vida de los hogares más pobres del país.

Las alarmantes cifras de desempleo, la quiebra de empresas grandes, medianas y pequeñas, los emprendimientos en el ahogo de las deudas y por supuesto, el hambre. Tratar de entender cómo un país como Colombia, que poco a poco cerraba la brecha de la desigualdad social, a paso lento pero constante, pase hoy a estimar una pobreza monetaria para finales de 2020 del 49% de la población. Si bien las cifras son abrumadoras, son entendibles cuando vemos que sólo en abril la economía nacional se contrajo un 20% por causa directa de la cuarentena.

Desde el primero de septiembre cuando Colombia entró en la nueva etapa de aislamiento selectivo y autocuidado, las cifras se han vuelto alentadoras. El país ha recuperado más de 3,5 millones de empleos de los casi 6 millones que se perdieron por la pandemia, lo que demuestra que la recuperación económica va por bien camino; aún quedan más de 2,4 millones de desempleados en el país, de los cuales 1,5 millones son mujeres, las más afectadas durante la emergencia. A pesar de ello, esta recuperación trae implícito un riesgo inminente, un rebrote incontrolable en la población y la probabilidad de que nos vuelvan a encerrar.

Desde la primera semana de octubre, las cifras de contagio han aumentado día a día. Hemos pasado de reportar alrededor de 5.000 casos diarios a más de 11mil el sábado, al igual que han aumentado las cifras de fallecidos y la preocupación en ciudades como Medellín y Bogotá, por el aumento de la ocupación en las clínicas y hospitales. El personal médico todos los días lanza mensajes angustiosos y piden a la población no bajar la guardia.

Pero, ahora que los colombianos nos sentimos un poco más en cercanos a la normalidad, pareciera que las cifras de muertes diarias en el país no importaran ¿será que dejamos de tenerle miedo al virus? o ¿nos ganó el desespero por el encierro, el desempleo y el miedo al hambre y la pobreza? Una u otra razón, implica un riesgo inminente de un nuevo encierro generalizado en el país. Tal y como pasó inicialmente en España y ahora en Francia, el relajamiento de la población y no acatar las medidas de distanciamiento y autocuidado, han provocado que los gobiernos de esos países hayan optado por decretar nuevas cuarentenas generalizadas y medidas restrictivas a la movilidad.

Pero, ahora el riesgo de un nuevo encierro es mayor. Ni las economías de Europa ni mucho menos la de Colombia, aguantan una cuarentena generalizada más. Si nos preocupábamos por los efectos de la primera cuarentena, que según Fedesarrollo podría alcanzar los $182 billones de pesos (17,1% del PIB) del país, con una nueva cuarentena podríamos estar llegando a escenarios apocalípticos, ya no sólo en materia económica sino fundamentalmente en lo social. Sin recaudo, sin dinero, sin impuestos no hay presupuesto nacional que aguante, y sin presupuesto, tendremos que olvidarnos de los programas sociales del Estado y las ayudas a las familias más vulnerables del país.

Imaginemos un escenario en el que a mitad de diciembre lleguemos a cifras de más de 15.000 contagios y superemos cifras de 500 fallecidos al día, el gobierno nacional tendría que decretar un endurecimiento de las medidas de aislamiento, cierres por sectores económicos, lo calidades, ciudades enteras y en últimas una nueva cuarentena generalizada, pues hay que aclarar que por muy mal que esté la economía dejar de tomar estas medidas a tiempo, implicaría que al final se tendrá que decretar la misma cuarentena restrictiva y por mucho más tiempo.

Ya no tendríamos que temerle a un desempleo del 20%, sino del 30 o el 40% porque las empresas no tendrían como aguantar una nueva quiebra y el gobierno no tendría recursos para lanzar una nueva estrategia de recuperación. A esto, sumémosle un aumento de la pobreza económica del 60 o 70% de la población, la debacle sería inminente. Es por eso que pregunto ¿ésta falsa percepción de normalidad amerita que nos olvidemos de que el peligro sigue siendo inminente? ¿vale la pena arriesgar todo por una ilusión de mejora? Mirando a un futuro, los invito a reflexionar y preguntarse de manera sensata ¿y si nos vuelven a encerrar?

Subir