Síndrome de Hubris, el retrato de Carlos Caicedo

Por: Vanessa Milena Bermúdez-@VanessaMilenaB3

David Owen, un reconocido neurólogo y político británico, publicó un libro titulado “En el poder y en la enfermedad”, en el que aborda la interrelación de la medicina con la política y desarrolla el concepto del “Síndrome o Mal de Hubris o Hibris”, como un rasgo característico de las personas en la cima del poder político.

La presidenta de Argentina Cristina Fernández, el presidente fallecido de Venezuela, Hugo Chávez, así como George W. Bush, Tony Blair, José María Aznar, Arthur Neville Chamberlain, Adolfo Hitler y Margaret Tatcher son algunos de los políticos que, al decir de David Owen, padecieron el síndrome de Hubris.  Estoy segura de que si Owen conociera a Caicedo, lo sumaría a la lista.

De Grecia a Santa Marta

Owen le asignó el nombre de “Síndrome de Hubris o Mal de Hibris” al perfil conductual que identificó en los poderosos, debido a que la palabra Hubris, que proviene del griego hybris, se refiere a la descripción de un acto en el cual un personaje poderoso se comporta con soberbia y arrogancia, con una exagerada autoconfianza que lo lleva a despreciar a las otras personas y a actuar en contra del sentido común.

Owen afirma que políticos y personas en posición de poder pueden desarrollar un conjunto de comportamientos que “tienen el tufillo de la inestabilidad mental” y que este trastorno les hace  excesivamente autoconfiados y mesiánicos: “Transformamos la Universidad del Magdalena, cambiamos a Santa Marta y ahora vamos a llevar el cambio al Departamento del Magdalena.” Carlos Caicedo.

Para los antiguos griegos este comportamiento era deshonroso y digno de ser censurado; eso ocurría tanto en la literatura como en la tradición oral. Pero por absurdo que se lea, para un segmento de los samarios, ese tipo de conductas no han merecido reproche, sino admiración y gracias a esa inversión de valores la ciudad ha llegado al punto en el que la institucionalidad se ataca así misma, como las células cancerígenas destruyen al cuerpo que habitan y las multitudes, llamadas “el pueblo”  intimidan a los operadores judiciales, con insinuaciones de asonadas, si no dictan fallos como los que sus caudillos quieren.

Me refiero específicamente a cómo el gobierno de los últimos 7 años, no solo ha desafiado a la Rama Judicial, por investigar sus actuaciones, sino que ha puesto su aparato al servicio de movilizaciones que  atentan contra el principio de independencia de las ramas del poder público. De allí que el gabinete distrital se exhiba sin ningún pudor más de media jornada laboral, en la entrada de la sede judicial del Edificio Galaxia, con la arrogancia de quien cree estar por encima del régimen legal de los servidores públicos.

Para Owen el síndrome de Hubris suele mezclarse, en muchas ocasiones, con trastornos de la personalidad como el psicópata, el bipolar, el histriónico, el narcisista, etc.

Los samarios que saben que la historia no se escribió hace 7 años podrán recordar a Caicedo llorando en los funerales de Otero, Morelli y Maduro; tal como lloró el pasado jueves 21 de marzo ante la medida domiciliaria impuesta a Rafael Martínez (histrionismo); luego  en el mismo acto se fue al otro polo emocional y pasó de la tristeza a la agresividad cuando “madreó” a  un ciudadano que solo observaba a varios metros su puesta en escena.“Estás con una carita de satisfacción… ¡Hipuejuta!”. 

Según Owen,  las personas que padecen el Síndrome de Hubris se sienten capaces de realizar grandes tareas, creen saberlo todo y que de ellos se esperan grandes cosas, por lo que actúan yendo un poco más allá de la moral ordinaria. Adicionalmente tienen una confianza exagerada en sí mismo, imprudencia e impulsividad.

Los gobernantes tipo “Hubris” mantienen un sentimiento de superioridad sobre los demás, consideran que el rival debe ser vencido y la pérdida de mando o de popularidad les produce desolación, ira o rencor. Para la muestra, basta recordar a Caicedo apoderado del balcón del edificio Galaxia y de un micrófono, explayándose en un monólogo egocéntrico de más de 60 minutos.

Igualmente sobre su actitud acerca de sus “enemigos”, a quienes llama siempre “enemigos del pueblo”, basta la frase “esperen…esperen ver cómo el pueblo los derrotará en las urnas” y en general todo su performance  habló de la impotencia ante la posibilidad de perder el poder y control que ha detentado sobre la ciudad en los últimos años, como consecuencia de sus investigaciones por presunta corrupción.

¿Hay  cura?

Según Nelson Castro, el médico argentino que diagnosticó a Cristina Fernández de Kirchner con el mal de Hubris, pese a que aún no se considera una patología psicológica, la sanidad de todos los poderosos enfermos con este mal está en quitarles el poder.

Por el bien y la salud de Carlos Eduardo Caicedo Omar y por extensión de Santa Marta y del Magdalena, queda en las manos de la Rama Judicial  “la cura” de este mal, por supuesto, con el debido respeto de sus garantías constitucionales y siempre y cuando con  pruebas se pueda desvirtuar la presunción constitucional de inocencia, que al menos en el ámbito jurídico aún lo acompaña.  Mientras tanto, espero impasible las tutelas y el ataque de la bodega.

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