Resquebrajamiento moral

Por: Pedro Segrera Jaramillo

 “De un magistrado ignorante,

Es la toga, lo que se saluda “ La Fontaine

Hay momentos en la vida, que pensamos y creemos que ya todo está perdido, resignándonos a la mansedumbre de convertirnos en simples espectadores de nuestras propias desgracias, cediéndole el paso a la incertidumbre de lo que al parecer es inevitable. Tras el trajín de los años vencidos, durante los cuales hemos presenciado como la inversión de valores se ha asentado en las escalinatas que constituyen la espina dorsal de la sociedad, convirtiéndola en una escalera de gallinas, donde las de arriba se ensucian en las de abajo. El menosprecio a las frentes de los mayores, aradas por el paso implacable del tiempo. El olvido al temor de Dios y la arrogancia y falta de humildad de los retoños que emergen como nuevas generaciones, atropellando a su paso los que antes fueron artículos de Fe, tras el único afán desbordado de posicionarse en ese espacio absurdo con pedestal de barro arcilloso, que les permite las riquezas mal habidas y muchas veces salpicadas de sangre del prójimo. El engrandecimiento con el poder pasajero, que muchas veces se vuelve humillante, lastimando y convirtiendo su entorno en sirvientes de estómago y compadres de asaltos, pero que apenas aparecen los nubarrones y las alambradas del código penal, huyen de los bajeles, encaramándose en las tablas que quedan del naufragio.

Instantes ciertos, de sentirnos desengañados y perplejos de como el síndrome de la corrupción se enseñorea y erosiona los mojones que demarcaban los linderos imaginarios de la moral, escritos en los papiros de nuestras conciencias, de cuyas prácticas tal parece no se salva nadie: Los agentes del tránsito diariamente montando retenes de rebusque para emboscar a los ingenuos parroquianos y repartirse entre ellos las dádivas del soborno sugerido. Los inspectores de policía, hoy con el requisito de ser abogados, amanuenses del hampa criollo, para coadyuvar el robo de predios en el rodadero sur y cuyos alvéolos operativos están en Cristo Rey. Las denuncias públicas de la revista 7 Arístides Herrera, sobre tendenciosas licencias de una curaduría en Santa Marta, que recibe de vendaje apartamentos por permitir más pisos de los que establece la norma o las alertas tempranas de El Articulo.co Lina María Peña, sobre el abordaje que se está tramando  para  hacer elegir en la rectoría de la Universidad del Magdalena a un oscuro personaje traído enjaulado desde las marañas del Cauca, con prontuario de enriquecimiento ilícito  y  mordidas de orangután de que fuera víctima el gremio de la construcción, en su funesto paso por la oficina de planeación distrital. Los fallos de los jueces promiscuos, untados con la misma grasa para rodar los ejes de los carruajes. La vulgar alcabala de los políticos de pacotilla, que imponen vacunas a sus propios amigos de ocasión, para concederles la gracia de un empleo o negocian a campo traviesa los auxilios parlamentarios como si fueran bultos de chancletas plásticas, en detrimento de sus regiones olvidadas. La asquerosa practica consentida y bien remunerada de darles tajadas de mango biche a los niños de las escuelas públicas en la palma de las manos, y ahorrase así el valor paupérrimo del plástico desechable o la miseria que se anida en los centros de salud de los municipios, donde carecen hasta de mertiolate para curar una herida, habida cuenta de que el desangre tiene desfondados los recursos que gira la nación. O el triste espectáculo de los curas que desconfían hasta de sus monaguillos y reemplazaron el tradicional platillo que anunciaba el ruido de la limosna de los fieles, por un capuchón morado invertido, con su consecuente candado, que evitaría según ellos, las malas tentaciones. La opulencia y farnofelia de los pastores protestantes y sus mujeres también regodeadas en la iluminación del más allá, mientras las esquilmadas ovejas, necesitadas y desesperadas, rinden ilusionadas el tributo del diezmo. O el bochornoso espectáculo denigrante por demás, de los magistrados de las altas cortes, con sus semblantes emplastados de severidad supuestamente inmaculados, pero en la trastienda de su conciencia recibiendo por sus fallos la mermelada de la Concusión, escondidas entre los pliegues de sus amplias togas, muy a pesar de que, por razones elementales de la edad, la mayoría deben ser diabéticos. solo nos queda en este rosario de amarguras y malos ejemplos, los guerrilleros elevados por el arte de birlibirloque del Nobel Santos, al santoral del recinto sagrado de la patria, como reos presentes, olvidando los asesinatos y desplazamientos forzados de humildes campesinos, el secuestro de sus hijas, que después de violadas y preñadas, las obligaban a abortar con alambre de púas. Y qué no decir de los paramilitares y chamizos, que fueron creados para defender a los terratenientes y ganaderos de estos bandidos, y resultó el remedio peor que la enfermedad, porque después se incrustaron en las zonas urbanas e implementaron el boleteo.

Así, que, en medio de este desmadre, hemos podido ver la luz atraves del final del túnel, pensando con certidumbre que “hay custodia en la heredad y luz en la poterna”, al presenciar antes de ayer, la intervención que hiciera Daniel varón, presidente de la sociedad de arquitectos del Mag. Atraves de Instagram 30M- Arquitectura, Jorge Vivas, Paola Ríos, Juan Pablo Mestres y Paola Ivama, grupo de profesionales interesados en la vigilancia y defensa del patrimonio de la región caribe. Varón fue deshilachando con criterio de orfebre las equivocaciones con que fuera convertido en colcha de retazos el P.O.T. plan de ordenamiento territorial en esta zona, y que debe constituir el esqueleto para el desarrollo de la ciudad. Igualmente, esbozó con la serenidad de su capacidad profesional, coadyuvada por la mesura de la experiencia adquirida, la reingeniería necesaria como mascarón de proa. Aquí no hay intereses ocultos ni manejos por debajo de la mesa, sino el valor civil de quien nos representa en una entidad sin ánimo de lucro, con ochenta años de vigencia nacional, consagrada por ley como obligatorio cuerpo consultivo del Estado. Dios quiera y permita que no se necesite acudir a las campanas de rebato o a la “desobediencia civil”, al mejor estilo de Gandhi, para evitar la vergüenza de dejar pasar todo, como siempre, en un ataúd de buenas intenciones, y no seguir rumiando nuestras propias miserias.

Con ocasión de la arrogancia que suele enfermar a algunos inquilinos de las uvas del poder, recordamos una anécdota del famoso novelista Víctor Hugo, autor de “Los Miserables”, quien un día encontrabase paseando por su jardín, con aquella actitud prepotente que no lo abandonó jamás, cuando llegó a visitarlo el poeta Leconte de Lisle. No acertará Ud. A imaginar lo que estaba pensando en estos momentos, tras una rápida frase de bienvenida. ¿En alguna obra nueva maestro? No le contestó, me imaginaba en lo que le podré decir a dios, cuando me encuentre en su presencia… y Leconte de Lisle, sin sorprenderse ni vacilar, contestó: le dirá Ud. Querido colega.

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