REPUDIO CONTRA LOS ESCLAVISTAS

Por: Pedro Segrera Jaramillo

Tras el ejemplarizante juicio de Núremberg, promovido en 1.945 contra las leyes anti semitas y el exterminio de la raza judía por los Nazis, quienes cometieron toda clase de barbaridades arrojándolos a las cámaras de gases en los campos de concentración, arrancándoles la piel a los más jóvenes para hacer las botas de los oficiales, mientras los niños eran arrojados vivos a los cerdos como alimento, Europa en un trasnochado y tardío reflejo, arremete contra las estatuas de Crisóforo Colombo, a quien conocimos por medio de las cartillas de historia, como Cristóbal Colón, venerado a través de los siglos como el génesis de nuestros orígenes.

Lo que hoy se pretende, es levantar el velo sobre la oscura realidad  que cubría el tenebroso pasado y episodio triste y por demás desgarrador de la masacre y matanza inmisericorde contra toda una generación de aborígenes, quienes tuvieron la osadía y el valor de enfrentarse a la ocupación de una raza desconocida. Muchas tribus quedaron estupefactas al ver esas misteriosas naves con velas que semejaban alas blancas, hombres relucientes con las armaduras que hacían destellos con el sol y barbas pobladas. El desconocimiento, la ignorancia hacia lo desconocido y las elucubraciones de los curanderos y agoreros de las tribus, les premonizaron como mensajeros de los dioses. Los arcabuces con sus lenguas trepidantes de fuego iniciaron el desmadre e implementaron los asesinatos, mientras les arrebataban el oro y las piedras preciosas, que muchas veces se convertían en trueques por abalorios, telas de segunda mano y espejos, que resultaban misteriosos para los indígenas, puesto consideraban arte de magia y hechicería, el hecho de que sus rostros pudieran ser transportados a ese recuadro. Los escribanos, con dispuesta curiosidad encargados de auscultar los sucesos van desempolvando pergaminos y testimonios en donde consta que la Real Audiencia acantonada en la isla de Santo Domingo, archivaba en la mayoría de los casos todas las denuncias y desafueros que cometían sus sanguinarios adelantados, haciéndose los de la vista gorda por lo botines de guerra y tesoros que traían como tributo y diezmo, solamente en algunos casos intentaron meterlos en pretina, pero sin resultados. Este fue el caso de Hernán Cortés en Méjico, acusado de sanguinario, al arrasar a sangre y fuego con la ciudad de Tenochtitlan, capital del Imperio Azteca, hasta el punto de que la Corona emitió orden de apresamiento y conducción con grilletes, cuya diligencia estaba a cargo de Pánfilo de Narváez con 18 navíos fuertemente armados, pero infortunadamente Cortés se le adelantó y fue al revés, el acusador quedó acusado, derrotado y puesto preso.

Este  sentimiento contra las estatuas de Colón, tiene su justificación, algo tardía, habida cuenta de que en los tiempos que duró la colonización y el descubrimiento de América, se produjo no solo el atroz e impune asesinato contra toda una raza de aborígenes, prácticamente indefensa, sino que tanto él como su hijo Diego Colón, se lucraron  en beneficio propio no solo al diezmar a los nativos para robarles el oro, sino que institucionalizaron una miserable trata de esclavos a quienes vendían para trabajar en las plantaciones de los latifundistas, las mujeres y niños para el servicio doméstico, como recuas de animales baldíos, abusadas sexualmente para complacer a los patrones y capataces. Ellos a través de sus barcos negreros hacían parte del oscuro mercado del secuestro de africanos, con cifras aterradoras que sobrepasan los doce millones de esclavos, consignados en bitácoras, libros de asiento y escrituras de compraventa, sin contar los ilegales de buques piratas que carecían de registro de inmigración, o los que lanzaban inmisericordemente al mar, cuando había tormentas o para evitar ser capturados con la mercancía a bordo.

Así hoy, afloran protestas contra los monumentos a Sebastián de Belalcázar, fundador de Popayán y la Sultana del Valle, tras un juicio simbólico acusado de genocidio, apropiación de tierras, y otros delitos, Don Pedro de Heredia, en Cartagena, donde se arraigó esa trata de humanos con más encono, sin contar la aterradora cifra de esclavos que derramaron su sangre y sembraron sus huesos en la construcción de las Murallas, y del Castillo Fuerte de San Felipe es sencillamente espantosa. En Santa Marta, muy a pesar de que había solo tres haciendas para siembra, corte y producción de miel de caña de azúcar, “Papare y San Pedro Alejandrino” de Manuel Julián de Mier, y la “Santa Cruz de Gaira” de los Diazgranados, no se conocen abusos y más bien se entiende que a los trabajadores se les trataba con consideración. En la vereda de “Masisinga”, Bonda existió “el palenque de la quemada”, un asentamiento de cimarrones rebeldes.  En “San Juan de palos prietos”, sur de Pueblo Viejo, hubo otra concentración de afros que entraban en cayucos por la ciénaga.  En Fundación un grupo proveniente de Mahates y Palenque, Bolívar, llegaron a ocupación de brazos durante la época de la Zona Bananera y se establecieron después en la invasión de Cristo Rey con otros provenientes del primer asentamiento de jamaiquinos que se produjo en Pescaito.  Ellos pregonaban desde ése tiempo la venta de “aceite manteca de pepita” para teñir de negro el cabello de las mujeres, la alegría de grano de millo y coco, las cocadas y dulces de papaya, mango y guayaba. En Tenerife el cacique Martín de Amusco Tegui, poderoso señor de otros reconocidos pobladores de “San Pablo de los Pintados”, perteneciente a la Villa de San Sebastián de Tenerife, conservan sus ancestros.

Así que este repudio que clama hoy el mundo contra la Madre Patria, implorando el perdón a los descendientes y victimas de ese holocausto monstruoso, no solo salpicó de sangre las manos de los Reyes Católicos, sino que el sometimiento y esclavitud contra los aborígenes y africanos, se dio igualmente bajo otros imperios, como Bélgica, tras muchos años de colonización del Congo Belga, donde recuas de negros morían a diario en las selvas, por la malaria y la difteria, mientras eran obligados  a descuajar las enmarañada manigua  y expandir los latifundios y plantíos del tan preciado caucho, quienes además cortaban las manos de los negros que no cumplían con las cuotas impuestas cada día. Ya en el siglo XVIII los mineros alemanes tenían permiso para exportar esclavos, quienes, en un alto porcentaje, quedaban enterrados en esos socavones. Y que no recordar de la ocupación inglesa a la India, sometidos humillantemente a la adoración de la Reina Victoria, proclamada Emperatriz de la India en 1.877. tras el motín de los Cipayos, soldados indios del ejército, la fusilería británica disparó asesinando cuatrocientos de ellos, hasta que triunfó la “Desobediencia civil de Mahatma Gandhi”, y se vieron obligados a que el último Virrey coronel Mountbatten, firmara su derecho a la libertad.

Algo así, como les aconteció a nuestros aborígenes en el inicio de este relato, que quedaron espantados y estupefactos al verse transportados sus rostros en los espejitos mágicos para ellos, y que consideraban brujería, caso similar, cuando llegaron a Colombia los primeros aparatos para fotocopiar, escanear y enviar al otro lado del mundo fotografías y documentos. Hoy casi que no lo hemos podido entender. Recuerdo una anécdota, cuando estaba estudiando arquitectura en Bogotá, hace más de cuarenta años, en unas vacaciones el profesor de construcción me asignó como tarea dibujar unos domos y estructuras de elipses. De regreso a la capital encontré en la maleta el precitado libro, cerrado tal cual lo había llevado y traído. El día anterior a la clase, de casualidad pasaba por la carrera séptima con 17 y había un tumulto en un local. Estaban ensayando la primera fotocopiadora que había llegado al país, y se me iluminó el bombillo. Salí corriendo para la residencia y presenté las imágenes del libro, que salieron perfectas. Al mostrárselas al profesor Burbano, se quedó extasiado y exclamó a los demás alumnos, cojan ejemplo de Pedrito, seguramente se pasó toda la Semana Santa dibujando esto. Como sería que nadie se percató que debajo de cada imagen, salía hasta la X con que me las había señalado.

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