La infancia que no regresará: “El trompo, el yervis, el kimbol, el trompo, la yeva, el fusilado”

Por: Lina Maria Peña

Esta historia tiene tintes de felicidad, tristezas, nostalgias, lágrimas, y no sería menos después de recordar como fue la infancia que pudimos virvir muchos de nosotros y compararla con la que viven ahora las nuevas generaciones.

Para comenzar la narrativa, tuve en cuenta la forma en como hoy la tecnología nos tiene atrapados en una especie de éxtasis en el que no suele pasar un minuto sin que al menos revisemos nuestro celular, el quedarnos sin datos o peor aún quedarnos sin wifi es casi una tragedia y sí, es literalmente un tragedia, solo basta con revisar las mismas redes sociales para encontrar noticias en las que hermanos, familias y vecinos se han visto envueltos en disputas y peleas por no dejar conectarse al anhelado wifi.

Pero escribir lo anterior me recuerda también que yo no me escapo a esta regla y he caído en las mieles de la tecnología para que la generación a la que estoy criando sea fiel participe de la debacle de los mejores años que puede tener un infante. El celular y la tablet son ahora el motivo para tranquilizar las rabias, llantos o disgustos de los niños, pero además la acción es tan contundente que los convierte en zombies y el antiguo amor de salir a la calle a jugar con los niños ya ni siquiera les interesa. ¿En que hemos caído como generación?

Ahora es el momento de entrar en materia y para ello, es preciso remembrar que la llegada al colegio despues del medio día podría ser el momento propicio de un día ideal, si la mamá te recibía con un plato de arroz, carne, frijol y tajada, te encontrabas en la gloria, pero si te recibía con un plato de sopa, era augurio de una tarde no tan primorosa. Sin descanso, sin dormir y haciendo las tareas con afán, se esperaba el momento oportuno para salir a la calle y armar los equipos para ejecutar unos de los actos de felicidad que pudimos tener como niños, jugar, reir, llorar, ganar, perder o celebrar.

Ni Wifi ni celular

Jugar al yervis o yermis, era emocionante y vibrante, el equipamiento requerido era bastante “complicado” de conseguir y por ello buscar las “checas” o tapas y una pelota de caucho de letras era toda una “hazaña” (sarcasmo). Inolvidables momentos en donde dos equipos cuidaban por un lado que no armaran la torre de tapas y el otro tratando de armarlo aplicando unas estrategias del que quien corre más que otro para lograr el objetivo.

A las niñas les gustaba mucho el denominado Kimbal, era un híbrido del voleibol, con la diferencia que dos personas ubicadas en los extremos de tratan pegarle a un grupo que se encuentran en el centro, quién era golpeado iba saliendo y así el último ganaba.

El fusilado era uno de los favoritos en todos los barrios, un cuadro por cada jugador que se iba llenando con “X” y el que primero las completara era víctima del fusilamiento por cada uno de los que jugaban. Este juego un poco violento es recordado por que la pelota con la que fusilaban al perdedor era afamada pelota de letras, es decir que el recordatorio que se lleveban en la espalda no era muy grato. Pero aún así, nadie se quejaba y al día siguiente el reto para jugar era el mismo.

El escondido americano era el premio para los enamorados o para el que quería tener su primer beso con su amor “escondido”. En este juego habían cómplices, rosqueros y toda suerte de amistades que buscaban la forma de generar el ambiente propicio para que los tortolitos pudiesen llegar a la instancia cúspide del beso, sin embargo yo recuerdo que para el americano se reservaban el derecho de admisión, es decir no todos eran aceptados por las niñas y de allí que se revelaba la conocida rosca, pero en cualquier caso este juego era uno de los favoritos.

Finalizando esta historia de juegos, creo que el rey de todas las noches era la llamda Yeva, y lo digo porque de niño o niña quién no quería correr, sudar para que otro te siguiera. Este juego no necesitaba elemento adicional, no tenía rosca incluida solo bastaba ser ágil y tener la suerte de no ser tocado por el que la “yevaba”.

Se me escapan una infinidad de juegos que bien los lectores me podrán adicionar, pero escogí estos como preámbulo para que todos los que hoy estamos criando una nueva generación podamos entender cuan importante es que nuestros hijos interactúen de formas sanas, sin tanta tecnología, sin tanta parafernalia, pero sin con el amor y la amistad que se fraguaba en cada noche que se encontraban los amigos. Una pelea, una discusión o una rasquiñita se olvidaban con un abrazo o cuando nuevamente integraban un equipo para un juego.

Nuestros padres, no solo fueron los progenitores sino tambien los vecinos donde un regaño o un llamado de atención era bien recibido sin que para ello existiera un problema o un trauma, eso nos enseñó a respetar y valorar lo que es una infancia con agradecimiento de todos los que estuvieron en nuestro procesonde crecimiento. Hoy en día nuestros niños, están mas motivados por la tablet y el celular e incluso los dibujos animados, sí esos mismos que solo podíamos ver los sabados y domingos por las mañanas, porque el resto del día era de acompañar y compartir con los amigos.

Solo las lágrimas de alegría y recuerdos pueden dar a entender que muchos de nosotros hemos sido cómplices de que nuestros hijos estén perdiendo la mejor época de la vida y que la misma sea producto de sus vivencias y no de lo que puedan aprender en la internet.

Los dejo por hoy, no sin antes decirles que seguiré escribiendo una que otra parte de la infancia que creo será la misma que muchos tuvimos la gran oportunidad de vivir.

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