EL BAÚL DE LOS RECUERDOS VIII

Por: Pedro Segrera Jaramillo

En el parque de los novios, antigua Placita Vieja, donde se organizó el primer mercado al aire libre, en la ciudad con un hermoso templete, construido por la Junta de Embellecimiento de Santa Marta, como una réplica del de Ciénaga,

 En otro de sus costados se conservan las imponentes y severas columnas del Palacio de Justicia, construido en 1.908.  La Escuela Cuarta, conformando el entorno del parque de los novios. Allí, se inicia como educadora Catalina Correa, quien fuera luego fundadora de El Liceo Colombia. Los jueves y sábados, se presentaban retretas con la banda de músicos del Departamento, bajo la dirección de Darío Hernández Díaz Granados, virtuoso del piano y graduado en La Academia de Bruselas, Bélgica.  Estos chupacobres conformaron después la Banda Santa Cecilia, que deleitaba con porros, valses y boleros cubanos.  Ellos interpretaban como ninguna otra agrupación, el helado de leche, cuya autoría está en ciernes, entre el Médico Gabriel Angulo, que había sido estudiante de música en el Conservatorio de Bogotá y el Señor Eulalio Meléndez, boticario de la salitrosa.   Lo sospechoso es que un cienaguero, hubiera compuesto una melodía dedicada a los samarios, sin mencionar su tierra.  Curiosamente en una ocasión visitó la ciudad un circo cubano que trajo un elefante que bailaba el helado de leche, que es un danzón con notas de tarantela. Se asegura que ese tema musical hacía parte del acervo popular mejicano y que en 1.830 el músico Juan Plácido Jiménez quien llegó a la ciudad junto con otras agrupaciones en un buque de la Armada Española, e interpretaron exquisitamente esa pieza en la Plaza de La Catedral. De todos modos, la transmisión oral repetida y tarareada ancestralmente por nuestros abuelos, se mantiene hoy intacta en la memoria de los samarios. En alguna ocasión el joven trompetista Humberto Gómez Vega, con la orquesta “Perlas del Caribe” interpretó impresionantemente el danzón “El helado de Leche” en los salones del Club Santa Marta, y desde ése momento ellos lo asumieron como su insignia musical.

En ese entorno en la calle tumbacuatro hoy calle 19 peatonal, en la casa de la familia Escofet funcionaba una tipografía, cuyos propietarios eran unos inmigrantes judíos catalanes que tenían para el reparto de la mercancía una pequeña camioneta de dos puestos y platón marca Morris, color verde oliva desteñida. En la esquina de la misma edificación estaba la tienda y cantina de chino Manuel Wong, un bebedero permanente de consuetudinarios consumidores de Ron Caña, entre cuya distinguida clientela, se encontraba Monche Aycardi, un intelectual, poeta costumbrista quien se inspiraba ahí para producir la columna diaria del diario El Informador, “Vendimia de los días”.  En alguna ocasión entró una joven muy hermosa y el bardo en cuestión se desgajó en elogios a su belleza hasta el punto que le dijo:” me gustaría conocer a su padre para besar el pincel que dibujó semejante escultura humana”. Se registra también una visita a la ciudad de una importante funcionaria del Gobierno Nacional, interesada en conocer el Centro Histórico y la parte cultural. Al llegar el grupo a la precitada esquina, estaba Monche tirado en el suelo pasado de tragos, al hacerle una descripción del personaje la dama asombrada exclamó, que como era posible que siendo el un exponente de las letras, estuviera en ése estado, a lo que Aycardi contestó de inmediato: “es para que usted se dé cuenta, mi señora, que la inteligencia aquí en Santa Marta crece como la verdolaga, y se encuentra hasta en el suelo”.  Al lado, sobre el parque, vivía una señora muy elegante, Carmen Díaz de Aguirre, blanca como la leche, entrada ya en años, que intentaba disimular con sus retoques, de cabellera muy negra, uñas bien largas pintadas de rojo, al igual que sus labios y cachetes.

En la época de la bonanza marimbera, estos predios fueron comprados a sus dueños por Lucho Barranquilla, insólitamente para expulsar de allí, a las dependencias del DAS, que tenían la edificación en arriendo, en un gesto de retaliación por demás extraño, ya que no tipificaba él, la arrogancia ramplona del marco de sus colegas de oficio, tal vez sería, por su origen Bolivarense, ya que había nacido en Cascajal.  Contiguo a la sede de los Magistrados estaba la vivienda de Pedro Víctor Angulo, un recio abogado y pulcro funcionario público que se desempeñó como Contralor durante muchos años, la casa de Josefina Pión de Pacheco, Aminta, Maximiliano y Carlos Gonzáles.   En la otra esquina de la placita, la familia Pimienta Gonzáles oriundos de la Provincia de Valledupar los Gonzáles Pinedo. De inmediato, el “callejón de los Meaos” en medio, la quinta del Médico Sabas Socarrás casado con Renetica Zúñiga y quien fuera director del Hospital San Juan de Dios por muchos años y Gobernador del Magdalena.  Esta vivienda posteriormente fue adquirida por Merceditas de Armas, esposa del Capi Ospina Navia.  Luego, seguía la residencia del Ingeniero civil Enrique Aarón Hayen, quien construyera todos los puentes metálicos de la Zona Bananera, con tal profesionalismo que han resistido hoy las cargas y movilidad trepidante de las tractomulas que en ésa época nadie hubiera podido imaginar que existirían.  Seguido quedaban las instalaciones de la voz de Santa Marta.

El primer hotel construido en Santa Marta fue el “San Carlos” totalmente de madera con una influencia Antillana, de dos pisos para alojamiento de los constructores del Ferrocarril y el movimiento portuario en la zona que hoy se conoce como “El Polvorín”, siendo su propietario Pablo López, ciudadano español. Tiempos después se acondiciona el “Hotel Pachón” en la calle Grande, hoy diecisiete al costado del que fuera Hotel Tayrona, hoy sede de la Gobernación del Magdalena.  Su propietario, un señor del interior, padre de los letrados samarios, Pachón Padilla. De frente a la bahía se inicia la construcción del Hotel Nacional, bautizado después como “Tayrona”, diseñado por el Arquitecto cubano Manuel Carrerá, bajo la administración de Pepe Vives De Andreis.  Esta imponente edificación se convirtió en un espacio social, cultural, turístico y administrativo, ya que ahí confluían y concitaban todas las actividades en esta ciudad. Estuvo en arriendo a Finita Noguera de Noguera, distinguida dama de la sociedad quien trajo innovaciones europeas de última moda en otros países y le imprimió su sello personal.  En la parte interior del hotel, del lado de la calle Santo Domingo, o dieciséis quedaba el salón de belleza de lujo, con aire acondicionado, su dueña, una alemana, Elizabeth, quien se quedó viviendo aquí durante toda la vida hasta su muerte. Del otro lado, sobre la calle de Grande, el “Bar Internacional” donde todas las tardes se desarrollaban amenas tertulias masculinas, con lo más granado de la sociedad samaria.  Muchas anécdotas se suscitaban diariamente de la cual registramos que, estando el médico Julio Méndez Barreneche, Director del Hospital San Juan de Dios y reconocido Ginecólogo libando unos Whiskys con un grupo de amigos, llegó hasta ahí un enfermero conminándolo de urgencia, porque una señora en trabajo de parto, tenía el niño mal colocado y estaba en riesgo.  El médico lo tranquilizó diciéndole que se tomaba dos tragos más y salía para allá.  Pasada media hora y viendo que Méndez no llegaba regresa a las volandas nuevamente el auxiliar en la búsqueda y apremio. El galeno, mirando detenidamente a su subalterno le preguntó: “repítame el nombre de la señora en cuestión, a lo que este le acotó: Rosa de Escobar”, a lo que Julio le espetó:” usted debe estar equivocado con el nombre de la parturienta, ya que ellos todos los Escobar, están bien colocados”, pero mientras yo llego, díganle a Acela Jaramillo que la atienda. En ésa época había mucho poder burocrático del llamado Escobarato, siendo Antonio Escobar Camargo Senador y quien fuera más tarde Ministro de Gobierno y Embajador hasta 1.956.  Doña Rosa de Escobar, estuvo en el Consulado de Colombia en Londres y Hugo Escobar Sierra, fue Senador por el partido Conservador, Ministro de Justicia en el Gobierno de Turbay Ayala y Embajador ante la Santa Sede en El Vaticano.

En esa misma calle diagonal a La Catedral estaba el suntuoso Hotel Miami, de cuatro pisos, de una arquitectura de influencia francesa cuyo propietario era un ciudadano extranjero, alto, elegante, bien vestido siempre con guayaberas manga larga de olán y con una giba en su espalda por lo que le apodaron “El Señor Camello”, y sobre el Camellón de Bastidas, el empresario Pedro Hernández construyó el Park Hotel que era una réplica del Hotel del Prado en Barranquilla.

En Minca, el Ex Gobernador Micho Pacheco, oriundo de La Guajira y quien introdujo a esta ciudad la novedad del automóvil Volkswagen, montó un hostal y más arriba, en la Sierra Nevada en una finca de propiedad de Pablo García, de rica vegetación y agradable clima, el hotel y restaurante “El Recuerdo”.

Este es el último Artículo del “Baúl de los recuerdos”. El resto lo van a poder disfrutar en el libro sobre la historia de Santa Marta, la columna se mantiene vigente sobre temas nacionales y regionales.

Construido por los ingleses para alojar los ingenieros del ferrocarril en 1990. adquirido después por el español Jose López Manco y lo convierte en el Hotel San Carlos

Hotel Nacional, después Tayrona. Hoy gobernación del departamento.

Finca y Hostal ” El Recuerdo” . Sierra Nevada de Santa Marta
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