Dolor Ajeno

Por: Pedro Segrera Jaramillo

Paulina Gonzales Epiayú, indígena de una ranchería de Maicao, en La Guajira, ingresó a la Clínica Renacer en Riohacha con síntomas de eclancia y al nacer el niño fue declarada fallecida por Coronavirus. Amparado en éste diagnóstico tenebroso, el Centro Hospitalario impide que los familiares reclamen el cadáver y que deben remitirse donde una señora Sonia Bermúdez, quien se niega a  la entrega del cadáver  insepulto, habida cuenta, de que tiene un contrato con el municipio para  hacerse cargo del cuerpo y depositarlo   en  socavones,  al mejor estilo de las trincheras nazis en los campos de concentración a  todos los fallecidos por COVID 19 y por tanto perdería plata si no los entierra en un cementerio para ese fin, tal como consta en las cláusulas del convenio. Además, manifiesta la contratista, “no tenerles miedo a los nativos y que como sigan jodiendo les echaría el SMATT´.

La tribu que tiene sus protocolos rituales de ocho días con llantos, rezos, sahumerios, abundante friche y ron, se niega a permitir que a la señora la sepulten en fosa común como N.N. porque ella tiene su nombre. La Oficina De Asuntos Indígenas, ha tratado de meter baza en el asunto sin resultado alguno. Dios quiera que esto no concluya en una tragedia que lesiona la cultura ancestral y que desnuda otro negociado más en este País, en donde los que entran a los Hospitales con gripa o mal de Sambito, causas renales o cardíacas, lo reseñan Covid-19 para cobrar los subsidios previstos por el estado y luego ser cremados con el fin borrar todo indicio.

El horror de la naturaleza humana sigue ensañándose y lucrándose de las tragedias y el hambre del prójimo. Así hemos visto como Gobernadores y alcaldes de la Guajira vienen siendo sistemáticamente destituidos unos, en las mazmorras otros, prófugos de la justicia algunos, y encartados los demás por contratos insólitos como aquel por miles de millones para enseñar inglés a la población indígena que, a las derechas, ni mastican bien el español.

El hermoso programa del plan de alimentación escolar PAE lo volvieron carne de carroña electoral, saqueada permanentemente para satisfacer los apetitos desmedidos de las facturas políticas a pagar al detentador del poder y al padrino de turno, quien señala al ahijado para el puesto de manejo, con el sagrado compromiso de entregar por debajo de la mesa el 60 % del valor total del contrato, que no puede salir de otra parte sino en detrimento de los desayunos y almuerzos de los desnutridos niños. Tal como presenciamos el bochornoso testimonio en donde para ahorrarse el valor del plato desechable, les daban el paupérrimo alimento en la palma de la mano. Ni siquiera la bienestarina les llega, porque encontraron el lucrativo negocio de vendérsela a los corruptos dueños de criaderos de cerdo.  Este miserable comportamiento clama justicia a los ojos de Dios, tipificado como un acto criminal que no puede prescribir. 

Qué triste espectáculo el de una región, como la Guajira, el departamento que más regalías recibe en Colombia, con una población indígena  que fueron ultimados a trancazos por los celadores de la Universidad libre y vendidos a ese centro educativo como si fuera un suministro más, de las necesidades diarias. De ahí la bautizaron UNITRANCA, pero como siempre los pobres mendigos sin dolientes.

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