Desastre de sastres

Por: Pedro Segrera Jaramillo               

Con ocasión de la disposición del presidente   reactivando la economía, de la cual es significativamente importante el gremio de la construcción, habida cuenta de que su cobertura congrega no solo arquitectos e ingenieros, sino actividades conexas como interventores, supervisores, maestros de obra, albañiles, carpintero de metálicos, de madera y transporte de los mismos, cucharas y medio cucharas, amén de las ferreterías, fábricas de materiales, mano de obra calificada y consentida, corrientazos  de arroz  de payaso, venta de empanadas, chicha rosada en botellas de postobón  y agua de panela, que se conurba  en los vecindarios afectados.

Lo molesto e inquietante del tema, es que los profesionales del Magdalena, se vienen quejando de tiempo atrás, de que sospechosamente los contratistas que se ganan las licitaciones amañadas y muchas de ellas sin el cumplimiento de los requisitos previos legales, adjudicadas a dedo siniestro, siempre son barranquilleros   con antecedentes y prontuarios o traídos con espejitos de la Guajira. Si nos tomamos el trabajo de hacer un inventario de las firmas que ejecutaron, bien o mal, la gran cantidad de contratos en las pasadas administraciones en Santa Marta, comprobaremos que el 95 % de ellos jamás habían venido siquiera de vacaciones al Rodadero. Dicen en el telégrafo de las golondrinas, que ellos dan la mordida, se van y no vuelven. Mientras los de aquí hablan mucho.

Pero como hay la expectativa de inconmensurables proyectos de desarrollo tanto en la Gobernación como en la Alcaldía y el hambre y la necesidad también toca las puertas de nuestros hogares, debemos recordarles a los mandatarios que al fin y al cabo los que votamos somos los de aquí, equivocadamente o no, se eligen ellos con el sudor, las lágrimas y las esperanzas de esta tierra.

El temor que nos asalta, es que   se vuelva a repetir lo que ocurrió durante la administración del presidente Suarez y la hegemonía conservadora, en plena crisis económica que atravezaba el país, se le ocurrió al ministro Jaramillo, con el pretexto de atraer la inversión extranjera, contratar e importar con una fábrica de los Estados Unidos los vestuarios y uniformes para el ejército, lo que desató la furia de los sastres de Bogotá, que estarían condenados a la miseria y sin trabajo. Todos salieron a protestar hasta el palacio de gobierno. El entonces comandante de la Guardia Presidencial General Pedro Sicard Briceño, ordenó disparar contra los sastres inermes, una descarga cerrada de fusilería, con un saldo de 18 muertos y 30 heridos. Este mismo militar fue quien en 1903 mandó a fusilar en Panamá al General Victoriano Lorenzo, cuando ya la guerra había terminado. Seguramente compañero de criterios del general Cortes Vargas de ingrata recordación por lo de la masacre de las Bananeras.

Dios quiera, que, cuando salgamos a la calle a exigir el derecho al trabajo, por los antecedentes conocidos a discreción, no corran los colegas nuestros. La infausta suerte de los finados sastres.

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