La Raíz de todos los males

El Caso Venezuela 

Muy a pesar de la aparición en los últimos tiempos de corrientes filosóficas como el agnosticismo, Dios existe y es una verdad absoluta. De allí que, tenga un firme convencimiento de la subsistencia de un plano espiritual que ejerce una poderosa y determinante influencia sobre el mundo fáctico o material. Tanto así, que cada civilización trajo consigo un imperio que adjudicaban su predominio a fuerzas exógenas al mundo terrenal. 

Un primer ejemplo, perfectamente se encuentra en la creación y posterior consolidación de los Estados Unidos de América. Los padres fundadores del imperio norteamericano eran miembros activos de las Iglesias Protestantes, hombres que profesaban un temor piadoso hacia la figura del Dios de Abraham, un conocimiento innegable de la Biblia, de allí el carácter puritano de la Constitución norteamericana.  

Otro ejemplo claro de la incidencia divina en el planeta, pero enfocado desde otro ángulo, representa la deprimente situación económica del Continente Africano. En efecto, por evidentes razones culturales, desde tiempo ancestrales, las tribus en el sur del continente practican ritos dirigidos a adorar a los antepasados. Con el tiempo, en virtud de la colonización europea en la región, el sincretismo hace acto de presencia conformando un patrimonio religioso mixto. De tal manera, al resistirse las tribus africanas a liberarse de sus tradiciones, se niegan a recibir las infinitas bendiciones provenientes de Jehovah, toda vez que ponen en entredicho su indiscutible autoridad.   

Por otra parte, el tráfico de esclavos desde África hacia el “Nuevo Mundo”, permitió importar las tradiciones religiosas africanas, especialmente el Vudú en Haití y la religión Yoruba en el Brasil y parte del Caribe. Sin mucho esfuerzo se puede entonces inferir que el origen de la trágica y deplorable situación económica de Haití contiene más implicaciones espirituales que terrenales. Sino como se explica que la nación francoparlante ha sido víctima de terremotos devastadores pero que del lado de la isla ocupada por la Republica Dominicana ni siquiera se cae un coco de alguna palmera.

Actualmente Venezuela es el foco donde se dirigen todas las miradas. Análisis en todas las áreas del saber se hacen diariamente, donde surgen más interrogantes que propiamente respuestas. Si, todavía hay quienes se preguntan cómo ha colapsado un país que posee una posición geográfica privilegiada, con ingentes recursos naturales y que hace apenas dos décadas contaba con el PIB per cápita más elevado de Latinoamérica. La respuesta es muy sencilla: Venezuela dejó a un lado la senda correcta hacia Dios.

Con la llegada al poder en Venezuela de Hugo Chávez Frías se terminó de abrir la caja de pandora. Chávez no solo encuentra en Cuba un apoyo ideológico importante para la consolidación de su proyecto de poder político, también encuentra asesoría espiritual en la santería cubana. La religión yoruba, impregnada de ídolos y santos africanos, se prolifera a ritmo vertiginoso por los cuatros rincones del país. Es tan grave el asunto en Venezuela que han dedicado un lugar geográfico, conocido como “Sorte” para llevar a cabo ritos satánicos.

También es celebre el pronunciamiento de Hugo Chávez en contra del “Pueblo escogido” por Dios, cuando en una intervención pública emitió la lacerante frase: “Maldigo a Israel desde el fondo de mis entrañas”, siendo allí precisamente donde al cabo de unos meses le detectan un Cáncer que acaba con su vida. 

Un gran error de Chávez, pretender desafiar la autoridad de Dios y salir incólume de la afrenta.

Sin duda, en Venezuela, la raíz de todos los males tiene un origen espiritual. Es cierto, el chavismo como clase política se convirtió en una nociva bacteria que ha enfermado de gravedad a todo un país, por lo tanto, la nación requiere con urgencia un nuevo liderazgo político, léase bien, político. Es decir, no se necesita que la nueva generación de políticos sean Sacerdotes o Pastores, pero sí que este conformada por aquellos dotados con los mejores talentos, que gocen de amplia solvencia moral,  pero sobre toda las cosas que sientan un profundo temor al único y verdadero Dios, ya que está última condición es la llave que abre las puertas al bienestar y la prosperidad. Solo así, Venezuela puede regresar al camino correcto, por muy angosto y sinuoso que parezca.

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