“ La doncella de Reims “

Por: Pedro Segrera Jaramillo

En la columna habitual de Oscar Alarcón, refiriéndose a los continuos exabruptos en que ha incurrido reincidentemente Martha Lucía: “en el caso de la actual vicepresidenta Ramírez, el suyo es un matrimonio feliz, que no solo tiene una sociedad conyugal sino también una comercial, construyendo castillos en el aire y también en la tierra, con buenos resultados. Él pone ladrillos y ella construye su futuro y ambos están ATENIDOS no solo a los buenos resultados de la empresa sino también a los éxitos políticos y administrativos de la alta funcionaria. De ésta manera tendremos vicepresidenta para largo. Si se retira para aspirar a la candidatura presidencial para el próximo periodo le corresponderá abrirse espacio, así sea apenas en un RINCON”. (el apellido del marido).

En su última sentencia, casi bíblica, que  palidece a los pensadores atenienses y griegos, quienes duraban eternidades  refugiados en el ágora, intentando entender y descifrar el comportamiento humano y ella en un instante de lucidez premonitoria, fruto de su corto entendimiento expresó : “ los pobres son pobres, porque no saben ahorrar “ y como si fuera poco  tildó de “ATENIDOS” a los que pagamos impuestos para que ella y el resto de la privilegiada burocracia de éste país se den el lujo de mercar con choferes y vehículos blindados. Cuando ellos, las sanguijuelas de siempre, no solo son atenidos sino mantenidos. Si ése concepto, hubiera sido el eslogan de su campaña, muy seguramente no estuviera sentada en encaramada como llanta de repuesto del Presidente, como lo está ahora.

Y es que muy pocos colombianos tienen la gracia de pasar de las pasarelas y la farnofelia a subirse al tren de las planillas del estado o contar con un hermano con las alforjas apretujadas con dineros salpicados con la sangre de las victimas del narcotráfico, quien de vez en cuando y de cuando en vez, muy solícito les hace un giro a sus parientes pobres, atraves de Western Unión. Muy seguramente ella en sus desequilibrios, se considera la reencarnación de Juana de Arco, salida de la hoguera para redimir este paupérrimo y mal acostumbrado pueblo. En su hoja de vida, figura insólitamente su paso por el Ministerio de Defensa, designada sin la más elemental experiencia castrense, donde dejó un perfil repleto de lunares negros, que la dejaron semejante a un dálmata, y que ahora en campaña, deberán aplicarle límpido y galones de carburin para blanquear ésos sepulcros, de los falsos positivos, y completar la tarea del gato.

El pobre partido conservador, al cual ella representa, otrora orgulloso de mentes brillantes como las de Laureano Gómez, Álvaro Gómez asesinado precisamente por los militares, Gilberto Alzate Avendaño y Hugo Escobar Sierra, quienes hacían temblar el recinto del senado con sus voces de trueno, hoy se arrima al poder, humillado y genuflexo, recostándose a los puestos de medio lado como los gallos bastos, para recibir en el suelo  “las migajas que el rico Epulón  les arroja por debajo de la mesa, en lucha abierta con los demás perros”. Así vienen inventando y confeccionando estrategias de “oposición reflexiva” desde Pastrana padre, que desbandaron a la clientela estupefacta por razones de estómago, y que han servido ahora para chantajear y extorsionar a los regímenes empotrados en el poder de turno y sacarle dividendos y usufructos a la discordia. Ese fue el génesis de los partidos de garaje y la filibustería mercenaria de los caciques de provincia, quienes instalan tres meses antes de cada comicio, sus tenderetes de compra venta de votos, nutriéndose de la carroña electoral. Todos tienen hambre y todos los partidos comen en el mismo plato, unidos por el cordón umbilical del presupuesto y de la nómina. Las ideologías hoy son tan solo un periódico de ayer.

Ahora los godos desconcertados y desencantados de su colectividad, han quedado como recuas de vacas escoteras y burros baldíos, rumiando sus ilusiones y esperanzas yertas, sin caudillos, en medio de éste desierto de ciegos, en donde ni siquiera el tuerto es rey. Las montoneras descalzas, el copartidario de a pie y anónimo y los soberbios compadres de las polvorientas veredas y caseríos que iban a las urnas con las papeletas encriptadas en sus sudorosos puños de la mano, miran con tristeza que sus representantes en el Congreso, son tan solo un reducto de palafreneros, atiborrados de medianías, revolcados entre los pupitres de los otros, disputándose en medio de una machetera diaria, el reparto de los auxilios parlamentarios para poder sobrevivir.

Con cierta razón decía Nicholás Chamfort: “la inutilidad del primer diluvio, es lo único que impide que nos envíen otro.”

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