La contrarrevolución cultural, frente al marxismo posmoderno

Por: Raúl Tortolero

En esta obra se presentan artículos del autor publicados en el Panam Post (EU) y La Gaceta de la Iberosfera (España).

La izquierda posmoderna ya no llama a ktomar las armas, sino que presiona poderosamente a los gobiernos a adoptar su agenda, e integrarla en leyes y políticas públicas. Tal es el “progresismo”, el avanzar poco a poco, de forma progresiva, sin regresiones, hacia la total destrucción de los valores fundacionales de la cultura judeo-cristiana.

Importante es adentrarnos entonces en los conceptos que subyacen y rigen al socialismo globalista y progresista, a la izquierda posmoderna, y su estrecha relación con el mercado, con trasnacionales, con gobiernos nacionales y liderazgos, así como con clubes perniciosos, como el Foro de Sao Paulo, el Grupo de Puebla, la Internacional Progresista y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), que recientemente se ha visto manipulada para buscar destruir a la Organización de Estados Americanos (OEA).

Cabe resaltar que la guerra cultural que vivimos hoy día, una que involucra ideas, conceptos, ideologías, información, data, emociones, y es organizada por la derecha contra el marxismo posmoderno, no puede ganarse sin el reconocimiento de nuestras raíces más profundas. Es decir, tenemos que saber lo que somos y de dónde venimos, para poder integrar nuestra personalidad y nuestra lucha de manera sólida, no líquida (digo en alusión a Bauman).

Nuestra civilización también es conocida como “cristiandad”. De ahí provienen nuestros valores, nuestros nombres, fiestas, calendario, nuestras leyes, nuestras universidades e instituciones de caridad, nuestros sacramentos. De la religión.

Sin la religión, no vamos a poder triunfar en esta guerra cultural. Por eso he escrito que debemos establecer una “santa guerra cultural”. Estados Unidos hoy en día sufre una revolución cultural neo-maoísta, progresista, woke, que intenta imponer también un pensamiento totalitario.

Ante esta realidad, nosotros proponemos constituirnos como guerreros espirituales y culturales en esta gran lucha para salvar a Occidente, en esta guerra que debe ser una poderosa contrarrevolución cultural contra la izquierda posmoderna. Y debemos emprenderla en el nombre de Dios, y por el bien común.

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