“Hoy tampoco hay comida”

“Estas cifras dan cuenta de que no hemos hecho lo suficiente, que hay niños, jóvenes, mujeres y adultos mayores literalmente aguantando hambre. Esto no es un problema de reactivación económica, no obstante, puede ser una solución a largo plazo para esta población.”.  

Emiro J. Castro Meza.

¡No mijito… hoy no hay comida! Para quienes nunca han escuchado o dicho esa frase en el seno de sus hogares, permítanme explicarles lo demoledora que es para un padre, es la mayor sensación de impotencia y de incapacidad que pueda existir. Así como funciona en la naturaleza, no hay nada más ligado a la paternidad de los animales que llevar alimento a sus crías, de esa misma forma funciona en los humanos, es un deber innato que nace del instinto natural del ser humano, alimentar a sus hijos.

Para un niño, que no tiene la capacidad de entender por qué ahora, después de un encierro de 6 meses, cuando le han quitado la posibilidad de ser niño, de jugar, de salir, de ir al colegio, de compartir con sus amigos y compañeros, ahora también le quitan la comida. La última encuesta de “Pulso Social” del DANE (julio – septiembre 2020) publicada el 28 de octubre, refleja una amarga situación que desde hace varios meses se anunciaba, la grave afectación a la seguridad alimentaria de los hogares colombianos.

Si bien, en particular sabíamos que el golpe del aislamiento preventivo obligatorio en la economía iba a ser catastrófico, no imaginamos, o por lo menos yo no dimensioné una situación tan grave en el campo alimentario de los hogares y, no sólo de los más vulnerables a los que siempre me refiero en estas columnas, ya el escenario de zozobra se ha ampliado a cifras realmente peligrosas. Para entenderlo mejor, me refiero a esos hogares que tienen la posibilidad de comer tres veces al día, o como diría mi abuela “como Dios manda”.

Antes de iniciar la pandemia y por supuesto las medidas restrictivas como la cuarentena, el panorama no era el mejor, pero mostraba síntomas de mejoría. Las peores ciudades en materia de seguridad alimentaria eran por ejemplo Montería, donde el 75,5% de su población comía 3 veces al día; Cartagena con el 81,6%, Pasto con el 83,1%, Branquilla con un 82%, Bogotá con el 84,6%, entre otras.

Fuertes cifras para un país con una población cercana a los 50 millones de habitantes, pero estábamos mejor que varios países de la región como Bolivia con el 19,8% de su población subalimentada, Nicaragua 16,2% y Guatemala 15,8%. Según la FAO sólo para 2019 (antes de la pandemia) la región aumentó la inseguridad alimentaria al 31,7% de la población y de este numero el 9% sufre inseguridad alimentaria grave, es decir, que pueden pasar uno o varios días in comer.

Ahora, después de la pandemia y la cuarentena, las cifras son realmente alarmantes en Colombia. En Cartagena por ejemplo, el 59,5% de la población solo come una o dos veces al día y en Santa Marta, la cifra es del 54,2%, preocupante si a esto le sumamos que son ciudades con un índice general de pobreza del 29,1% y del 33% respectivamente, es decir, solo la mitad de la gente de estas ciudades puede poner tres platos sobre la mesa al día; en ciudades más grandes como Barranquilla solo el 44,3% come tres veces al día y en Bogotá la cifra sube al 72,1%, pero por el tamaño poblacional implica que más de dos millones de personas solo se alimentan una o dos veces al día solo en la capital.

Estas cifras son absolutamente sobrecogedoras, por no decir perturbadoras, pero ¿qué hacer? Al inicio de la cuarentena, los colombianos nos movilizamos como nunca antes en miles de campañas sociales para recaudar recursos y alimentos y repartirlos a los más vulnerables, en esta tarea el gobierno nacional jugó un papel fundamental, las alcaldías y gobernaciones invirtieron millonarios recursos que, como cosa rara algunos terminaron en investigaciones ante la fiscalía por el robo de recursos y otros mandatarios los usaron para hacer campaña, pero en la mayoría de los casos la gente recibió mercados y ayudas que sirvieron para medio aguantar la crisis.

Sin embargo, estas cifras dan cuenta de que no hemos hecho lo suficiente, que hay niños, jóvenes, mujeres y adultos mayores literalmente aguantando hambre. Esto no es un problema de reactivación económica, no obstante, puede ser una solución a largo plazo para esta población. Se requieren medidas urgentes y de choque hoy que permitan enviarle plata la gente, no puede haber otra solución inmediata sino esa, hay que apoyar a las familias pobres y entender que lo que hicimos en febrero, marzo y abril no fue suficiente.

El programa “Ingreso Solidario” que garantiza un giro mensual de $160.000 pesos a los hogares pobres es novedoso y oportuno, pero no es suficiente. Sabemos que es un esfuerzo mayúsculo el que hace el gobierno nacional por sostener este programa, que no es fácil en la situación fiscal del país introducir un programa social nuevo y mantener los otros que se venían manejando como jóvenes en acción, familias en acción, Colombia mayor, entre otros, pero es necesario aumentar el giro que se hace, tanto en el recurso mensual como en la cantidad de hogares, porque hoy no estamos haciendo la tarea.

El gobierno nacional y los gobernadores y alcaldes deben pasar de la responsabilidad a la sensibilidad. No comparto las tesis de que el Estado debe endeudarse sin fundamento en estos casos de vacas flacas, pero que más de la mitad de la población de la costa caribe, casi 7 millones de hogares no puedan comer tres veces al día, es justificación suficiente para que se piense en una inversión de 10 billones de pesos que pueda garantizar sólo en los próximos 6 meses un aumento del programa Ingreso Solidario y entender que si bien debemos ser cautelosos con el gasto publico, esta es una situación de compasión y que la frase “hoy tampoco hay comida” no se repita en el país.

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