El Último viaje de Esteban Urueta: traición y muerte en los llanos de Córdoba

Redacción: Anii Segrera

La mañana del martes 10 de septiembre, el reconocido ganadero cordobés Esteban Rafael Urueta González, hombre de trabajo incansable y empresario respetado, salió rumbo a una de sus fincas, sin saber que sería su último viaje. Aquella mañana recibió una llamada urgente de uno de sus empleados, alertándolo sobre un posible robo de ganado. Con el temple característico de los hombres del campo, Urueta tomó su camioneta Toyota Hilux y emprendió la ruta Planeta Rica-Pueblo Nuevo, decidido a resolver el problema. Sin embargo, esa llamada marcaría el inicio de una tragedia que ha dejado una profunda huella en la región.

Horas más tarde, cuando el ganadero no regresó ni respondió llamadas, sus familiares y amigos comenzaron a inquietarse. La camioneta fue encontrada abandonada en un camino rural, lejos de la finca a la que debía llegar. El aire denso de sospecha se mezclaba con el temor latente de un posible secuestro. Nadie imaginaba lo que ocurriría después. Tres días más tarde, en una zona rural de Ciénaga de Oro, las autoridades hallaron los cuerpos sin vida de Urueta y dos de sus trabajadores, Fredys Manuel Beleño Acosta y Gerardo de los Santos Marzola Coronado. La noticia de su muerte sacudió los cimientos del gremio ganadero y de todo el departamento de Córdoba.

Las investigaciones preliminares señalaron a Cristian Petro, un administrador de confianza en una de las fincas de Urueta, como el presunto responsable del crimen. Petro, quien parecía ser un aliado cercano del ganadero, estaría vinculado al robo de unas 700 reses, lo que convirtió este acto de traición en una brutal tragedia. La zona rural de Cereté, donde se encontraron los cuerpos, quedó marcada por el horror de un asesinato que refleja la creciente inseguridad en el campo colombiano. Las autoridades, encabezadas por el gobernador Erasmo Zuleta Bechara, han convocado un Consejo Extraordinario de Seguridad en busca de soluciones, pero el dolor y la indignación ya se han instalado en las almas de las familias afectadas y en los corazones de quienes, como Urueta, dedican su vida al trabajo en el campo.

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