Medellín, la joya de la corona de los antioqueños y un ejemplo para el país en materias como movilidad, innovación, ejecución presupuestal, infraestructura y cultura ciudadana, ha sido victima de 20 meses de un gobierno progresista que ha minado la credibilidad de sus instituciones y sembrado una incertidumbre en sus habitantes, que ven como las malas decisiones, el clientelismo y un nepotismo abierto, desafiante y descarado han dado un retroceso al avance constante de la ciudad de las ultimas décadas.
La ultima de las perlas de “pinturita” fue abrir el patrocinio de otras empresas de licores a la feria de las flores. No es regionalismo parroquial, es dar un portazo a la Fabrica de Licores de Antioquia, que durante toda la historia de la Feria a apoyado con sus recursos la celebración por excelencia de los paisas. Es desconocer la historia de la ciudad, de su empresariado y de sus tradiciones. Los recursos de la FLA, son invertidos en la educación y en la salud del departamento, los cuales se pueden ver afectados por la competencia de otras licoreras.
Esto se suma a un rosario de malas decisiones en contravía de la ciudad, que cada día sorprende más a la ciudadanía que no entiende por que el alcalde parece querer vivir en Bogotá mientras mal maneja la ciudad con su familia y los altos cargos impuestos desde la capital de la república. La declaración de insubsistencia del gerente de EPM, Su permisibilidad con los manifestantes que afectaron la infraestructura publica -casi sagrada para los medellinenses- y la terrible improvisación en el manejo de la pandemia con decisiones cambiantes y sobre la marcha, semana a semana.
El candidato a la cámara por Bogotá, que hoy rige los destinos de Medellín, que posaba en una vivienda humilde en la campaña mientras vivía en una mansión de lujo en el mas exclusivo sector de la ciudad, es un llamado de alerta al 2022, de quien sostenía a todo pulmón: *“Mi nombre es Daniel Quintero y quiero que Gustavo Petro sea mi presidente!”
